Salud integral y consciencia
Artículo redactado por Juan Miguel Fernández
La salud del ser humano es una situación de armonía orgánica y del perfecto funcionamiento de todo el cuerpo, experimentándose en “ser saludable” y “estar saludable”.
El ser saludable es aquel que se mantiene toda la vida, en clara oposición al ser enfermizo o con poca salud. Mientras que “estar saludable” va referido al momento presente.
La enfermedad no existe, existen los enfermos. La dolencia no existe, existen los dolientes o sufrientes. Porque una vez que el espíritu se separa del cuerpo físico este ya no sufre, de lo que cabe deducir que quien realmente sufre es el espíritu, aunque se experimente o localice en una zona o parte del cuerpo determinada.
En un cuerpo privado de espíritu, no existen sensaciones. Por la misma razón el espíritu, al no poseer un cuerpo material no puede experimentar los sufrimientos que son el resultado de la alteración de la materia.
Enfermo es también aquél que cultiva la enfermedad, que la reproduce, porque cae abatido y dominado por ella. De ahí que tengamos que tratar más al enfermo que a la enfermedad, ya que si conseguimos que éste no se rinda y luche contra la dolencia habremos conseguido vencerla.
Mejorar interiormente al enfermo es la mejor terapia para obtener su curación. Ser hoy mejor que ayer. Esta superación va regenerando las zonas magnéticas del individuo, por los esfuerzos de su consciencia, que aumentan los campos energéticos de cada enfermo.
Una consciencia correcta y una armonía total son las bases fundamentales para mantener una salud integral.
Han sido varios los investigadores que trataron el tema de la consciencia, entre los que sobresale el ruso George Guardieff.
Este estudioso visitó todos los países en los que destacaba la vida espiritual de sus habitantes. Entre ellos visitó la India, Egipto, China, Japón, Palestina. Y cómo resultado de sus estudios Guardieff creó la “ESCUELA DEL HOMBRE INTEGRAL”, en la que durante algunos años enseñó una doctrina científica sobre los diferentes estados del ser humano.
Este autor, que no era persona religiosa, terminó enseñando la transcendencia del hombre como resumen de todo cuanto había investigado y conocido.
Para Guardieff la consciencia es el estado inicial para conseguir la felicidad humana, por lo que todas las personas pueden ser felices, sea cual sea el medio en que vivan, ya que la felicidad es una situación de armonía del ser consigo mismo, con independencia del lugar, de las cosas o de las circunstancias que cada uno pueda vivir o tener. La felicidad no depende de lo exterior, ni de los demás, sino que radica en lo interior, en la propia vida espiritual de cada ser humano.
Pero conseguir esa adecuación o armonía en nosotros es el resultado de muchos esfuerzos y experiencias, y no siempre se consigue durante una vida. De ahí el sentido de nuestra existencia sobre la Tierra. La vida de los seres humanos solamente tiene una finalidad: trabajar y progresar interiormente, utilizando nuestro cuerpo exteriormente como instrumento.
Sin embargo el cuerpo humano, por su construcción material, tiene una duración breve y pronto se nos deteriora con las enfermedades y se extingue con la muerte. De ahí que hayamos de volver a disponer de otros cuerpos físicos, en otras existencias futuras, para conseguir el progreso necesario para la completa felicidad.
Lo mejor de todo ello es que, a medida que progresamos durante alguna de nuestras existencias, empezamos ya a participar de la felicidad. Es por ello que la reencarnación sea un fenómeno científico y no solamente religioso o espiritual, puesto que desde un punto de vista lógico y material la reencarnación es totalmente necesaria para el desarrollo final de la realización energética de que está dotado el ser humano.
Para George Guardieff los seres humanos se clasifican de dos clases:
- INDIVIDUOS FISIOLÓLIGOS, que únicamente viven apegados a la materia y a los placeres de esta existencia.
- INDIVIDUOS PSICOLÓGICOS, aquellos otros que viven interiormente y en beneficio de la Humanidad.
Encontramos en el pensamiento psicológico del suizo Carlos Gustavo Jung, discípulo de Sigmund Freud, que la consciencia está por encima del conocimiento, puesto que se pueden tener muchos conocimientos racionales y no ser consciente de tu propia realidad ni de las consecuencias de tus acciones. La consciencia, aún con pocos conocimientos, tiene una adecuación a la realidad presente y previene los resultados de cada acto humano o colectivo.
Las personas que poseen muchos conocimientos, decía Jung, están más capacitadas para su desarrollo en la vida, ya que disponen de muchas ideas de casi todo. Sin embargo no son las ideas o ni los conocimientos las que identifican, ennoblecen o mejoran a las personas, sino que son las personas las que mejoran o perjudican las ideas con sus conocimientos, según el grado de consciencia, armonía o progreso que cada uno haya conseguido en esta y en otras existencias.
Por lo que las diferencias que se aprecian entre las personas se producen en razón de su grado de evolución, progreso obtenido por cada espíritu consciente en sus plurales existencias.
Es de notar que ésta teoría de Jung, ya le fue transmitida a Allan Kardec antes en 1857 por los Espíritus Superiores, siendo desarrollada, codificada, y plasmándose en el “Libro de los Espíritus”. De ahí que podamos decir que la consciencia humana es el lugar en donde Dios escribió su Ley de felicidad y progreso.