¿Por qué sabemos que la vida continúa
Artículo redactado por Juan Miguel Fernández
Desde el principio de los tiempos, cuando el hombre vivía en cuevas precariamente alumbrado por el fuego, ha habido una pregunta que, por encima de cualquier otra, ha interesado, inquietado y angustiado a nuestra especie: ¿pueden los seres humanos sobrevivir a la muerta física? Durante milenios la religión tuvo el monopolio de la respuesta a esta cuestión vital, creando cielos e infiernos para todos los gustos y sensibilidades. La fe sirvió para mantener la esperanza del hombre durante miles de años, pero aquello era una solución temporal, un consuelo. Para los investigadores del último cuarto del siglo XIX, la fe por si sola no era suficiente. Impulsados por el materialismo que comenzaba a despuntar, la teoría de la evolución y el ateísmo, un puñado de hombres decidieron empeñar su esfuerzo y su trabajo en la casi imposible tarea de encontrar pruebas, en lugar de conformarse con la simple suposición, de la supervivencia del ser humano después de la muerte. Se les tachó de ilusos, de soñadores utópicos cuando no de charlatanes y embusteros, pero ellos no cejaron en un empeño que ha pasado de generación en generación encontrando herederos incluso a día de hoy.
Sólo hay una certeza, única, terrible, cuya relevante grandeza preside nuestras vidas, como una proverbial espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas; la cesación, algún día, de todas las funciones orgánicas, la defunción, la muerte.
Lo normal es que vivamos conscientemente de espaldas a esa realidad, viviendo nuestras existencias como si fuéramos dioses inmortales y eternos.
Pero en el fondo sabemos que eso no es así. Un día, probablemente antes de lo que imaginamos, moriremos. Nuestro tiempo pasa inexorablemente. Es un asunto que no admite discusión. No hay que preguntar si moriremos, sino cuándo moriremos.
La muerte es profundamente significativa, tanto que es el hecho fundamental sobre el que pivota la práctica totalidad de las religiones.
Los filósofos afirman, no sin razón, que la muerte es la que nos permite, siempre que tengamos el valor de mirarla cara a cara, conocer el secreto de la vida. Sin embargo, hay una pregunta que, sobre todas las demás, nos inquieta y nos angustia cuando pensamos en la muerte. ¿Qué hay más allá del sepulcro? ¿La nada? ¿La disolución de nuestra identidad, de nuestra esencia como seres inteligentes? ¿O hay algo más, otra forma de existencia, un mundo que no podemos siquiera concebir?
Teorías hay muchas, prácticamente para todos los gustos, y cada cual puede formarse su opinión. Pero también ha habido personas que se han decidido a experimentar el tema de forma científica, intentando arrebatar ese conocimiento de lo que hasta ahora pertenece en exclusiva a los misterios de ultratumba.
Hasta ahora, el más allá ha sido una creencia . Generalmente se ha pensado que es algo no verificable y que queda fuera del conocimiento experimental. No obstante, en el último siglo ha habido un puñado de pioneros y exploradores que han intentado aplicar el método científico al conocimiento de lo tradicionalmente incognoscible, que se han adentrado en los misteriosos territorios del más allá de la vida para estudiar y comprender los secretos que allí se ocultan. Los obstáculos han sido muchos, las voces en contra también. Pero al final del camino, ha habido buenas noticias. Prácticamente todos y cada uno de los estudios llevados a cabo sobre este tema han arrojado como resultado la existencia de algo, una esperanza, detrás del velo de la muerte, de una vida ultraterrena.
Además, contamos con los testimonios de individuos que dicen tener conocimiento experimental de diversas facetas del más allá, bien por haber muerto y haber sido enviados de vuelta a esta vida (las llamadas experiencias cercanas a la muerta), o bien por poseer la rara facultad de recordar una existencia de antes de la vida, de forma espontánea o a través de la regresión hipnótica, así como la proliferación de fenómenos de auténtica mediúmnidad.
Vamos a desvelar siquiera una mínima parte del gran secreto y quizá gracias a ello descubramos que no hay que tener miedo. No son pruebas concluyentes, sino testimonios personales.
La Terapia Regresiva a Vivencias Pasadas es un recurso psicoterapéutico, dentro de la línea de psicoterapias de Orientación Transpersonal, que tiene como método la regresión de la memoria que se obtiene a través de diferentes técnicas. No tiene vínculos con prácticas religiosas, místicas, adivinatorias y/o afines. Es el proceso por el cual el paciente, en estado alterado de conciencia es llevado a retroceder cognitivamente a etapas anteriores de su pasado. La regresión de memoria viene siendo aplicada y estudiada bajo diferentes aspectos desde hace mucho tiempo. Sus objetivos, según el área a que se refieren, pueden ser: experimentales, para indagaciones científicas y terapéuticas.
Hay referencias de que la regresión de la memoria ya era practicada entre los antiguos egipcios. Se sabe de las experiencias de Albert de Rochas que datan de 1810. Gabriel Delanne, León Denis, desde 1885. Mientras tanto, estos experimentos eran empíricos sin objetivos terapeúticos, con finalidad de investigación en el área psíquica. Por este motivo, estos objetivos son clasificados como experimentales.
Deseamos destacar el conjunto de casos que el Profesor Hemendra Nath Banerjee, fallecido en 1985, precursor de las investigaciones científicas de reencarnación a través de lo que llamó de Memoria Extra Cerebral, que realizó y estudió sobre niños que recordaban una existencia anterior. Algunos casos de sus indagaciones fueron publicados en sus libros: Lives Unlimited (1974), The Once and Future Life (1979), Americans who have been Reenvarnated (1980).
El Doctor Andrija Puharich, especialista en la interface entre el cerebro y la mente y el problema de la conciencia, es una autoridad en Inglaterra, muy destacado en NDE y Presidente de la Asociación Internacional para los estudios de casi muerte, en su libro The Secret Mushroom (1959), estudió casos de recuerdos de “vidas pasadas”, como es el caso de Harry Stone, que vivenció un egipcio, Ra-Ho-Tep, que vivió hace más de 4600 años. Puharich denominó esta capacidad mnemónica de “Mobile Centrer of Consciusness” (Centro Móvil de Conciencia), que corresponde a la Memoria Extra Cerebral de Banerjee.
La regresión de memoria con fines terapéuticos viene siendo utilizada desde hace varias décadas. Su aplicación es de gran importancia spicoterápica para detectar en el paciente los hechos traumáticos pasados, que están desencadenando, en el presente, disturbios de diferentes modalidades. En 1964, R. Abrezol, introdujo en Suiza, a través de la Sofrología, la regresión de memoria como terapia; en los años 60, Denise Desjardin, lo hizo en Francia, después de haber estado durante algunos años en la India. En 1967, el médico inglés Denis Kelsey publica sus experiencias terapeúticas con regresión, “Nuestras Vidas Anteriores” (1970) que había realizado desde 1934. En 1968 el psicólogo alemán Torwald Dethefsen comenzó sus experimentos con regresión de memoria con fines tarapéuticos. En 1978 el psícologo Morris Netherson y la psicóloga Edith Fiore, en 1989, relatan sus experiencias terapéuticas con regresión de memoria, que tuvieron una gran divulgación en los EE.UU. Muchos otros autores de reconocida profesionalidad escribieron sobre este tema. En Brasil el Profesor Herminio Miranda, En Canadá el psiquiatra J. Whitonn, En Francia Patrick Drouot, Stalislaw Grof, Brian Weiss, Rohgers Wooger, etc.
Thomas Lewis, presidente del Sloan-Kettering Cancer Institute, publicó un artículo en la New England Journal of Medicine (junio de 1977) en el que contaba cómo la idea generalmente aceptada de la agonía como un momento de sufrimiento es, en general, errónea. En vez de eso los moribundos suelen invariablemente describir en términos de tranquilidad y paz. Los relatos de dolor o angustia son relativamente infrecuentes. Thomas Lewis llegó a la conclusión de que hay algo en todo lo referente a la muerte que escapa al análisis de la ciencia.
Uno de los que intentan comprender qué es exactamente eso que se nos escapa es el doctor Peter Fenwick, especialista en la interface entre el cerebro y la mente y el problema de la conciencia. Presidente de la Asociación Internacional para los estudios de casi muerte. Socio del Colegio Real de Psiquiatras y un neuropsiquiatra con reputación Internacional, cuyos trabajos sobre la muerte han conmocionado a la comunidad científica y han generado no poca controversia.
El doctor Fenwick estudia ahora otro aspecto de la muerte si cabe más misterioso, y más conocido. ¿Quién no ha oído hablar de moribundos que, escasos momentos o incluso horas antes de su fallecimiento, recuperan la consciencia para, con la mirada perdida, hablar con algo o alguien invisible para el resto de los presentes en la habitación?
Según el doctor Fenwick, un alto número de moribundos afirman recibir en su lecho de muerte la visita de seres queridos que vienen a buscarlos, a reconfortarlos e infundirles valor en el último trance. Para ellos no es una alucinación ni un trance febril, sino algo muy real…
Sin embargo no siempre se trata de una experiencia idílica. En un reducido número de casos, personas con graves cargos de conciencia han visto como aquellos a los que habían perjudicado en vida se les aparecían en este postrer momento, como pidiendo cuentas por los males pasados. En otros casos, la aparición es de índole religiosa y varía según la procedencia cultural de quien la experimenta. En la actualidad el doctor Fenwick estudia otro de los fenómenos asociados a la muerte: las premoniciones y presentimientos de muerte.
Fenwick se ha atrevido a hacer una de las afirmaciones más osadas de la historia de la ciencia: que la mente, el alma, existe más allá del cerebro físico que la contiene.
“Estoy absolutamente convencido del hecho de que aquellos que una vez vivieron en la tierra pueden comunicarse con nosotros y, de que lo hacen. Es muy difícil trasmitirle al inexperto una idea adecuada de la fortaleza y cantidad de la evidencia” Sir William Barrett.
“Insistimos en decirles que la comunicación es posible. He demostrado que las personas que se comunican son quienes dicen haber sido. Mi conclusión es que la sobrevivencia ha sido demostrada mediante la investigación científica. Sir Oliver Lodge.
“Es muy cierto que ha sido establecida una comunicación entre este mundo y el siguiente”. Sir William Crookes.
“He estado hablando con mis parientes ya fallecidos, padre, hermano y tíos. Cualquier poder sobrenatural que sean atribuible a las personalidades secundarias de la Sra. Piper, la médium, sería muy difícil convencerme de que esas personalidades secundarias puedan haber reconstituido completamente la personalidad mental de mis difuntos parientes”. Profesor Hyslop, Profesor de Lógica en la Universidad de Columbia.
Los brillantes científicos mencionados están entre los primeros en investigar científicamente la continuidad de la vida. Inicialmente todos ellos eran escépticos de mentalidad abierta, y la aceptaron solamente después de una investigación concienzuda. Ha habido otros científicos clásicos y pensadores de renombre en otras partes del mundo, tales como Alfred Rusell Wallace, Sir Arthur Conan Doyle, Sir Phillip Lodge, Arthur Findlay, Camille Flammarion, el Dr. Baraduc, el Profesor Charles Richet, El Profesor Albert Einstein, Marconi, F.W. Myers, el Profesor William James y el Dr. Carrington quienes aceptaron la continuidad de la vida, después de investigarla.
Desde finales del siglo diecinueve hasta hoy ha habido grupos de científicos prominentes y muy respetados – muchos de ellos con los nombres mejor conocidos en las ciencias – que han trabajado para demostrar que la inmortalidad es un fenómeno físico natural y que su estudio es una rama de la física.
Muchos de estos científicos eran personas muy prácticas cuyos principales descubrimientos en otras áreas cambiaron fundamentalmente la forma de vivir y de trabajar de la gente. Varios de ellos se consideraban racionalistas y humanistas y tuvieron que enfrentarse con intensa oposición por parte del clero cristiano tradicional y de los científicos materialistas, que se unieron para tratar de suprimir sus conclusiones.
Otro científico e inventor, que después de investigar, se convenció totalmente de la existencia de la postvida fue el americano George W. Meek. Cuando llegó a los 60 años de edad se jubiló de su carrera de inventor, diseñador y fabricante de dispositivos para acondicionadores de aire y para el tratamiento de aguas. Le fueron otorgadas veintenas de patentes industriales que le permitieron vivir cómodamente y dedicar los siguientes veinticinco años de su vida a la investigación autofinanciada de la vida después de la muerte.
Meek se rodeó de una extensa biblioteca y de un programa de investigación bibliográfica, y viajó por el mundo localizando y estableciendo proyectos con los mejores médicos, psiquiatras, físicos, bioquímicos, psíquicos, sanadores, parapsicólogos, hipnoterapeutas, ministros, sacerdotes, y rabinos. Estableció la Fundación Metaciencia en Franklin, North Carolina, la que auspició la famosa investigación Spiricom. Esta demostró el contacto instrumental extenso de doble comunicación entre personas vivas y personas en la postvida. En 1977 publicó su último libro, “Después Que Morimos Entonces Qué” (After WeDie What Then),que reúne las conclusiones de sus años de investigación a tiempo completo, que todos sobrevivimos y que en los últimos veinticinco años la humanidad ha aprendido más sobre lo que pasa cuando morimos que en todos los periodos anteriores de la historia conocida.
El astrofísico Michael Scott de la Universidad de Edinburgh comenta que:
“El avance de la física cuántica ha producido una descripción de la realidad que permite la existencia de universos paralelos. Compuestos por sustancias reales que no interfieren con la materia de nuestro propio universo”.
El Profesor Fred Alan Wolf parece concordar con estos hallazgos en su libro “La Mente y la Nueva Física” cuando dice:
“Tan fantástico como suena, la nueva física, llamada mecánica cuántica, propone que existe, a la par de nuestro mundo, otro mundo, otro universo paralelo, un duplicado que es algo diferente y aún el mismo. Y no sólo dos mundos paralelos, sino que tres, cuatro ¡y aún más! ¡En cada uno de esos universos estamos viviendo tú, yo, todos los otros que viven, los que han vivido, los que vivirán, y los que han de vivir por siempre!”
En el año 1901, el explorador y antropólogo norteamericano Valdemar Bogras se internó en solitario por las desoladas planicies de Siberia para establecer contacto con la tribu de los Tohouktchi. Una de las cosas que más le interesaban en aquel viaje era estudiar sus cánticos rituales, únicos en el mundo, para lo cual llevaba consigo uno de los primeros fonógrafos inventados por Thomas Alva Edison.
Tras un agotador viaje, el antropólogo no tardó en ganarse la confianza de los miembros de su tribu, que le acogieron hospitalariamente y le permitieron asistir a uno de sus rituales nocturnos. Brogas quedó hechizado por los cánticos y los tambores, que estaba escuchando, y dispuso su rudimentario aparato para no perderse ni el menor detalle de la ceremonia. Aquellos sonidos merecían por si mismos la pena del arriesgado y difícil trayecto.
Sin embargo aquellas grabaciones estaban a punto de deparar al explorador una sorpresa mucho mayor de la que suponía. Mientras en la soledad de su tienda Brogas iba comprobando los fonogramas obtenidos la noche anterior, descubrió que en ellos había algo más que cánticos. Turbado comprobó que superponiéndose a las voces de los chamanes había otras, unas voces que él no había escuchado y que hablaban en una lengua incomprensible. A veces éstas eran tan fuertes que anulaban por completo el sonido de la música, como si algo o alguien invisible hubiera estado gritando directamente sobre la trompetilla del fonógrafo.
Turbado, el antropólogo decidió olvidar el incidente, que quedó para siempre sin explicación, aunque, quien sabe, ¿acaso no estaban los chamanes invocando a los espíritus? Es posible que éstos escucharan la llamada y por primera vez en la historia, empleaban un medio mecánico para dejar registrada su respuesta desde el otro mundo.
Ya entrado el siglo XX, el neurólogo italiano Ferdinando Cazzamalli experimentó entre 1923 y 1925 con la producción de voces de presunto origen paranormal en un aparato de radio aislado dentro de una jaula de Faraday. El fotógrafo norteamericano y médium Attila von Szalay fue otro de los primeros en intentar registrar lo que él creía que eran las voces de los muertos, como una forma de enriquecer sus trabajos de fotografías de espíritus.
En 1959, el director de documentales sueco Frederich Jürgenson captó de forma accidental el presunto sonido de la voz de su difunta madre, que le llamaba por su nombre, inclusive un instrumento musical, mientras grababa el trinar de los pájaros para ilustrar una de sus filmaciones en un bosque, a las afueras de Estocolmo. Así nacería la TCI o transcomunicación instrumental, que actualmente ha pasado a llamarse también comunicación transdimensional. Existe abundante documentación que demuestra que el contacto de este tipo, lejos de constituir un hecho fortuito, es repetible y se está produciendo en laboratorios de todo el mundo bajo estrictas condiciones de investigación.
Con los años, la técnica se fue perfeccionando. Jürgenson, trató de mostrar sus sorprendentes hallazgos a la comunidad científica, pero los académicos prefirieron ignorarle.
Fue denominado “fenómenos electrónicos de voz”. Básicamente se trata de secciones de ruido estático en cualquier aparato de comunicación electrónico (radio, grabadoras, etcétera) y que han sido interpretados como voces generalmente atribuidas a seres del más allá. La grabación de este tipo de fenómenos se ha convertido en una de las técnicas más utilizadas para intentar ponerse en contacto con los muertos. Además de los espíritus, diversos investigadores paranormales han aportado otras posibles explicaciones para el fenómeno como ecos psíquicos del pasado, que se ha producido de forma inconsciente por personas vivas etcétera. Suelen ser breves, por lo general la duración de una palabra o frase corta.
Otro de los pioneros que se adentraron en este campo sería Konstantin Raudive. En 1964, Raudive leyó un libro escrito por Frederich Jürgenson y quedó tan impresionado por lo que el contaba que en 1965 fue al encuentro de Jürgenson para conocerle. Trabajaron juntos en algunas grabaciones psicofónicas, pero sus esfuerzos conjuntos dieron escasos frutos, lo más algunas voces débiles y confusas. Raudive, sin embargo, una noche mientras escuchaba una grabación, claramente oyó voces. Reproduciendo la cinta una y otra vez, llegó a entender todas ellas, algunas de las cuales estaban en alemán, otras en letón y unas pocas en francés. La última voz de la cinta, una voz de mujer, decía: “Ve a dormir, Margaret”.
En 1981, el alemán Manfred Boden era uno de tantos experimentadores aficionados en el campo de la transcomunicación que con mucha paciencia y nada más que un sencillo casete había conseguido con mucho trabajo obtener algunas psicofonías. Poco podía sospechar que ese mismo verano sus experiencias psicofónicas iban a dar un giro inesperado como inquietante. Poco a poco comenzó a notar en sus llamadas telefónicas extraños ruidos. Al principio no le dio mayor importancia, ni siquiera esos ruidos pasaron a ser voces humanas. Pensó que podría tratarse de un cruce de líneas y dio parte a la compañía que, tras revisar el tendido y el aparato, le notificó que no había detectado ninguna avería.
Sin embargo, el fenómeno continuó. Más aún, las voces comenzaron a intervenir en las conversaciones, incluso desconectando a quien estaba al otro lado de la línea, y Manfred comprobó no sin cierta inquietud que se dirigían a el por su nombre, que querían hablar con él. Cuando les pidió que se identificaran, la respuesta le heló la sangre: “Somos los muertos”.
Manfred Boden aplicó sus conocimientos en el campo de las psicofonías y montó un dispositivo para grabar estas extrañas e inquietantes conversaciones. A menudo ponía a prueba a sus desconocidos comunicantes haciéndoles preguntas cuya respuesta solamente él conocía. Invariablemente, fuera lo que fuera lo que se encontraba al otro lado de la línea, acertaba con cosas tan íntimas que ni siquiera sabía su familia.
Sometido a un tremendo estrés emocional, Boden denunció los hechos a la policía que, junto a los técnicos de la compañía, volvieron a revisar la línea para llegar a la misma conclusión de antes. Todo era normal. Los parapsicólogos que se acercaron a estudiar el caso no consiguieron exorcizar las voces, tan solo certificaron que el fenómeno era auténtico y que ellos, los del otro lado de la línea, tenían voces con las mismas características que suelen aparecer en las psicofonías, voces que todos los días se presentaban con la misma frase estremecedora: “Somos los muertos”.
Muchas han sido las críticas con la captación de estas voces del otro mundo. Los autodenominados escépticos de lo paranormal han aportado diversas explicaciones para los sonidos que se escuchan en las grabaciones. Una de ellas es darle importancia o buscar conexiones entre fenómenos insignificantes o no relacionados entre sí, también han hablado de sonidos aleatorios que son interpretados como voces, interferencias debidas a la baja calidad de los equipos, o simples falsas alarmas por causas diversas.
Tuvieron que pasar veinte años desde que se realizaran las primeras psicofonías para que alguien comenzara a utilizar la televisión como medio de contacto. En 1985, según manifestó el pionero Kalux Sgreiberg, su hija Karen, fallecida meses atrás, le guió paso a paso a través de las psicofonías para que desarrollara el procedimiento que le llevó a captar las primeras psicoimágenes de la historia. Kalux falleció poco tiempo después, convencido de haber contactado con sus seres queridos ya difuntos. Su legado fue la psicoimágen, un método de presunto contacto con el más allá sofisticado y mucho más impactante en el resultado que el de las psicofonías.
El procedimiento para conseguir registrar una psicoimagen es relativamente sencillo si se dispone de los medios adecuados. Enfocando una videocámara hacia un monitor de televisión sintonizado en un canal vacio y con la antena desconectada se produce un fenómeno de retroalimentación que comienza con un característico parpadeo. Al poco tiempo, algunas figuras comienzan a dibujarse en la pantalla. Si hay suerte puede que estas formas se agrupen dibujando algo reconocible, como un rostro.
¿Qué peligro puede correr el experimentador? El tiempo ha demostrado que profundizar en el estudio de la transcomunicación instrumental es peligroso y entraña riesgos para la salud mental y emocional. Tanto Frederich Jürgenson como Kalux Sgreiberg se obsesionaron con sus respectivos trabajos hasta casi enloquecer en la soledad de sus estudios. No hacían otra cosa que no fuera intentar contactar constantemente con aquellas voces o imágenes. Se pasaban las noches en vela grabando y analizando.
La historia de la TCI arrastra el estigma de sonados fraudes. Un grupo de investigadores luxemburgués llegó a trucar algunas psicoimágenes. Quizá por ello, el fenómeno de la psicoimagen se ha ido convirtiendo con el paso de los años en algo marginal incluso dentro de la parapsicología.
En España destacamos entre otros a los investigadores Joan Tintó, Pedro Amorós, Alfonso Galeano y José Luis Tajada que trabajan intensamente en su experimentación.
En la década de los años noventa se publicó la obra: “Pachita”, su autor Jacobo Grinberg-Zylberbaum, neurofisiólogo de la Universidad de México, ya era muy reconocido en su medio, por su investigación sobre los chamanes mexicanos. El autor de la “Teoría Sintérgica”, había publicado hasta entonces desde 1975 a 1991, más de cincuenta libros.
Bárbara Guerrero (Pachita) había nacido en 1900, en Parral, México, y se convirtió en una de las más grandes sanadoras de la historia de la humanidad. Sus capacidades curativas la permitían realizar verdaderas hazañas terapéuticas. Operaba con un viejo y oxidado cuchillo de monte, sin anestesia, sin asepsia, con un control casi absoluto sobre la materia y la energía. Era capaz de realizar trasplantes de órganos y de materializar, y desmaterializar, tejidos orgánicos y objetos. Ella era la heredera de la vieja tradición del chamanismo mexicano.
A las materializaciones, a partir de la aparente nada, Pachita las denominaba “aportes”. De pronto, Pachita hacía una serie de movimientos extraños con las manos y sin que previamente hubiera un objeto, algo aparecía en la palma de su mano. Estas materializaciones eran cotidianas y parte normal de las sesiones. La física actual también ha observado algo similar en la súbita aparición de partículas elementales a partir de la lattice. El cerebro de Pachita era capaz de alterar la morfología del espacio y eso se manifestaba como una súbita materialización de un objeto.
Aquellas personas que la acompañaban decían que ella estaba “ausente”, que se iba de su cuerpo y que el espíritu del Hermano Cuauthémoc lo ocupabamientras tanto operando. Por supuesto, el cuerpo de Pachita no desaparecía durante las intervenciones, lo que se transformaba era su personalidad. Para Pachita, una transformación similar indicaba la entrada de otra entidad, el abandono del cuerpo por uno mismo y la ocupación del mismo cuerpo por otro ser. Cuauthémoc era una entidad individualizada, por lo que la individualidad no desaparecía. ¿Cómo explicar esto?
Cuauthémoc, primo de Montezuma, el legendario caudillo mexicano y uno de los personajes más reconocidos por los mexicanos como héroe nacional, se enfrentó a Hernán Cortes, que lo capturó y lo ahorcó el 28 de febrero de 1525 en Campeche, se manifestaba a través de Pachita, realizando toda clase de curaciones, muchas de ellas verdaderamente extraordinarias.
Jacobo, estuvo un año a su lado, ayudándola e intentando comprender desde el punto de vista científico, las increíbles relaciones entre la mente y la materia. Sus testimonios revelaron que lo “milagroso” es posible. Después de publicar “PACHITA”, tuvo una época difícil con sus colegas científicos, sin embargo, su perseverancia lo llevó a inaugurar el “Laboratorio de Comunicación Humana” en la Ciudad Universitaria. En diciembre de 1994, El Dr. Grinberg-Zylberbaum desapareció misteriosamente… como su vida misma.
El Espíritu de Manouel Philomeno de Miranda, a través de la psicografía de Divaldo P. Franco, en una de sus últimas obras “Transición Planetaria” nos comenta “Cuando estaba en la Tierra, abrazando la Doctrina de los Espíritus, intentaba saber cómo sería la vida fuera de la vestimenta carnal, sin conseguirlo plenamente. Por más que la imaginación procurase encontrar parámetros que me facilitaran la comprensión, todo cuanto lograba concebir era muy pálido con relación a la realidad en la cual me encontraba.
Es muy difícil estar inmerso en el mundo de los efectos, intentando comprender las causas, como sucede con un contenido de cualquier naturaleza que procure imaginar cómo será el continente que lo aguarda.
La constatación es que hay vida en todas partes, constituida en movimiento y acción, y que la Tierra es una deslucida copia de aquel admirable mundo pulsante, permanente, de donde somos originarios”.
Es por ello que no debemos esperar la muerte con temor y si con esperanza, porque nosotros sabemos que la vida continúa.