Espiritismo y mediumnidad
Artículo redactado por Juan Miguel Fernández Muñoz
El fenómeno mediúmnico no nació con el Espiritismo, existe desde las épocas más remotas de la vida humana en este planeta. Tenemos noticias de las comunicaciones mediúmnicas a lo largo de los tiempos, entre hombres cultos e ignorantes, ya sea envueltas con la sombra del misterio y la simbología, o manifestadas en hechos naturales.
De acuerdo con los pueblos, las costumbres y las épocas, los espíritus y sus médiums provocaron fenómenos mediúmnicos prodigiosos, que fueron registrados por la historia o por las religiones como milagrosos o demoniacos.
La base religiosa del hombre está consolidada en las manifestaciones mediúmnicas como se puede comprobar en los estudios de los orígenes del judaísmo, cristianismo, islamismo y de las sectas orientales, como el brahamanismo y el budismo entre otras.
Es digno destacar que en todas las edades de la humanidad hemos sido asistidos por espíritus superiores que nos han ido impulsando al progreso moral e intelectual. Recordando que los antiguos hicieron de esos espíritus divinidades espirituales.
Las profecías en Israel, durante veinte siglos consecutivos, constituyen uno de los fenómenos trascendentales, cerrándose la historia de la mediumnidad de los profetas con la llegada de Jesús. El tránsito del Maestro junto a los hombres revela a cada momento su intercambio constante con el plano superior.
En los “Hechos de los Apóstoles” Cap. II, v. 17 y 18, encontramos: “En los postreros días, dice el Señor, Yo derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, y vuestros mancebos verán visiones y vuestros ancianos sueños. En aquellos días derramaré mi Espíritu sobre mis siervos y siervas y profetizarán”
Hemos visto que la mediumnidad siempre ha estado presente en la vida del hombre, porque es un atributo del género humano concedido por Dios. Sabemos que a pesar de estar dentro de nosotros no se desarrolla de igual manera en todos. Está latente y sólo algunos podrán sentir esta capacidad de contacto con el mundo espiritual.
Ahora bien, si el Espiritismo, codificado por Allan Kardec irrumpió en 1857, a partir de la presentación de “El Libro de los Espíritus” que ordenaba y ponía los principio fundamentales de la Doctrina Espírita a disposición de la humanidad, señalando el comienzo del periodo filosófico del Espiritismo o la era espírita, ello nos indica muy claramente: “que no todos los médiums son espiritistas”, ni “todos los espiritas son médiums”.
Por lo que no se debería de confundir la mediumnidad con el Espiritismo, puesto que los espiritistas son todos aquellos que estudian sus obras y las ponen en práctica, mientras que existen médiums que desconocen las enseñanzas de los Espíritus Superiores a través de su Doctrina.
Cuando las personas realizan “la güija” o “el vaso”, o simplemente se reúnen para hacer la mediumnidad, no están “haciendo una sesión de espiritismo”, sino que están practicando el fenómeno con todas sus consecuencias, recordando que puede ser realizada independientemente por cualquier persona que sienta la sintonía espiritual, siendo indistinta su buena o mala moralidad.
El Espiritismo, a través de su estudio y práctica, conduce a un comportamiento moral que nos sirve para mejorar espiritualmente, al tiempo que permitirá sintonizar con espíritus evolucionados, orientándonos en nuestras vidas. Mientras que si se practica la mediumnidad sin un conocimiento doctrinario, donde no se refleje un estado moral positivo, nos acompañarán espíritus pocos evolucionados moralmente que no podrán orientarnos hacia el bien.
Por eso es tan importante el mejoramiento íntimo, porque estos espíritus que se presentan en estas reuniones son inteligentes y pueden perturbar a los presentes, causando grandes daños psíquicos y físicos, pues son puertas para sus fines, logrando influir en los practicantes, conduciéndoles hacia el mal, creando obsesiones y subyugaciones, causando inclusive problemas en el hogar que se encuentra desprovisto de la protección espiritual adecuada para realizar una comunicación con el mundo invisible.
La lectura y la práctica, repetimos, de las enseñanzas de la Doctrina Espírita es el mejor pasaporte para nuestra jubilación espiritual.