El karma o la ley de causa-efecto
Artículo redactado por Juan Miguel Fernández Muñoz
Recordamos la historia que hace años nos transmitió un buen amigo espírita: “Cierto día un hombre penetró en un bar y ante los clientes se dispuso a jugar en la máquina tragaperras introduciendo por la ranura, en vez de monedas, los botones de la camisa. La máquina fue admitiendo uno por uno los botones sin rechazarlos. Mientras el hombre jugaba con ella, los clientes del bar que observaban como engañaba a la máquina, se extrañaban que la máquina no dejase de funcionar. Que no se atascase. Al cabo del tiempo terminó de introducir el último botón, que era el décimo. En ese instante sonó en la máquina su música de “PREMIO”, el hombre sumamente contento, porque había engañado a la máquina, mirando a aquellos que le estaban observando, puso sus manos en la parte inferior y recogió el premio: DIEZ BOTONES.”
Ejemplo vivo de lo que la vida nos puede dar.
Sabemos que nuestra vida es el resultado de una serie de causas y efectos. La Ley que lo rige todo. Dicta el momento de los eclipses, la subida de la savia por los árboles, la presión de la sangre en las venas, etc. Es aquello que tantas veces hemos oído definir como Karma. Expresión vulgarizada entre los hindúes que proviene del sánscrito y cuyo significado es destino, sujeto al ser humano por sus actuaciones y pensamientos, que crea las causas y el ajuste de los efectos para restablecer el equilibrio.
Para nosotros significa la cuenta de cada uno, englobando los créditos y los débitos que, en particular, nos corresponde. Por tanto, hay cuentas de esa naturaleza no solamente catalogando y definiendo individualidades, sino también “pueblos y razas”, “estados e instituciones”.
El karma humano, o “Ley de Causa–Efecto”, se encuentra dividido en el colectivo y el individual. En el colectivo todo planeta tiene un karma que resolver y todo ser vivo que está en ese planeta lo comparte en cierta medida. Éste abarca la situación específica de nuestro planeta en el Universo, la situación mundial, internacional, racial, social, de grupos y familias. Siendo que cada individuo contribuye en la escala de lo individual, en una forma o en otra, para formarlo, y es a su vez acreedor a los efectos respectivos.
Las guerras, las catástrofes, las crisis económico-sociales, etc., así como las épocas de abundancia, poderío y prosperidad de la nación, pueblo o familia están íntimamente relacionados con el karma colectivo.
El karma individual, en particular, se circunscribe a cada ser humano, y en él influye de forma efectiva la intención con que se ejecuta cada acción. En esta Ley se consideran tanto las acciones cometidas, como las omitidas. Después de cada vida en la Tierra, el espíritu cosecha y recoge en su cuerpo fluídico, es decir en su periespíritu, las experiencias y los frutos de la existencia experimentada. En ella debe conquistar uno a uno todos los elementos, los atributos de su grandeza, de su potencia, de su felicidad, etc. Para ello se le presenta el obstáculo, la resistencia de la hostil naturaleza, las adversidades de la materia, cuyas exigencias y duras lecciones provocan sus esfuerzos y forman su experiencia. De ahí también, en las etapas inferiores de la vida, la necesidad de las pruebas y el dolor, a fin de que su sensibilidad se despierte y que al propio tiempo ejerza su libre albedrío, engrandeciéndose su voluntad y su conciencia. Cada ser imprime a su cuerpo las características y tendencias propias de su obra espiritual, y ello se manifiesta en forma de dolencias, enfermedades o malformaciones congénitas, etc. El individuo recoge hoy lo que habíamos sembrado en anteriores existencias. Más aún, el hombre construye su propio futuro por medio de las causas iniciadas en el presente. El karma se entiende mejor si se acepta que el hombre está ligado al propio Universo y a él responde. Es una de las leyes que rigen el Universo; por tanto, esa ley rige también al hombre. La gente y las condiciones varían, mientras que la Ley es justa e imparcial. Cambiándose causas se modifican efectos, dando una diferente orientación a nuestros pensamientos y acciones. No obstante, citemos que una misma acción no tiene las mismas consecuencias en un individuo que en otro, ya que hay que valorar aspectos tales como: la intención que los mueve, el grado de conciencia o de conocimiento de la Ciencia Espírita, las circunstancias personales, etc.
El karma no es sinónimo de fatalidad, ni de lo que popularmente se conoce como azar. Es parte esencial de una doctrina de Libre Voluntad, que nos hace responsables de las consecuencias y efectos de todo pensar sentir y obrar.
Nadie huye de sí mismo, por cuanto siempre estará donde se encuentren sus aspiraciones y necesidades.
Por eso, a la Ley de Causa y Efecto también se denomina Ley de Acción y Reacción. Todos somos responsables de nuestro karma, como lo somos de nuestras deudas. Pero las consecuencias kármicas aumentan cuando somos más responsables, y nuestras responsabilidades se incrementan a medida que adquirimos estos conocimientos espíritas.