Dificultades del movimiento Espírita en España
Artículo redactado por Juan Miguel Fernández Muñoz
Habían transcurrido pocos años de la celebración del Congreso Nacional de Espiritismo, en Octubre de 1981, donde grupos de Madrid, Terrassa, Reus, Igualada, Villena, Huesca, Vigo, El Grove-Pontevedra, Montilla, así como representantes internacionales de Portugal, Colombia, Italia, Inglaterra, Brasil, fueron convocados por el Presidente de Honor Don Rafael González Molina, después de haber sido legalizada, tras incontables obstáculos, la Asociación Espírita Española, para agrupar unas inquietudes que hacía mucho tiempo que anhelaban comunicarse, siendo la respuesta tal que desbordó todas las previsiones. Posteriormente en octubre de 1984 se había conseguido la “Resolución Gubernamental” para constituir la Federación Espírita Española, cuando entramos en contacto con el Centro de Estudios y Divulgación Espírita de Madrid, donde fuimos recibidos con interés y amabilidad por sus dirigentes.
A lo largo del tiempo tuvimos la oportunidad de colaborar profunda e íntimamente con Don Rafael, que nos concedió su confianza, y que fuimos la persona que le acompañaba a entrevistas y desplazamientos para divulgar la Doctrina de los Espíritus.
En ese tiempo recordamos, ya que fuimos testigos, de algunos de los momentos que de manera informal, en que recibía Don Rafael la visita de miembros y dirigentes de grupos espíritas de provincias para saludarle y dialogar de una manera habitual. Eran tiempos en que apenas existían Centros federados a pesar de los grandes esfuerzos que él realizaba para su constitución y adhesión a la Federación Espírita Española. Existía algún Grupo que se resistía a cambiar su denominación, a pesar de estar distanciado su nombre de lo que el Espiritismo significa y concreta, otros querían mantener su privacidad, aquellos no querían depender de ninguna institución, deseaban volar a su aire, no estar supeditados a nada ni a nadie. Cuando en realidad de lo que se trataba era del orden y uniformidad de los Grupos Espiritas Españoles, que debían descorrer sus cortinas para que el conocimiento espírita pudiese llegar más lejos. Es cierto que podía existir algún temor, pero también egoísmo y pocas ganas de colaborar en la divulgación espírita, así como personalismos. Siempre han existido disonancias, recordemos que los seres humanos conservamos nuestra propia naturaleza y que de manera constante la manifestamos con nuestros actos.
Fueron años muy difíciles en los que Don Rafael trabajó incansablemente en esa unión, consiguiendo organizar en el Palacio de Congresos del paseo de la Castellana de Madrid, el II Congreso Mundial de Espiritismo los días 27, 28 y 29 de noviembre de 1992, con la asistencia de más de setecientas personas procedentes de diversas partes del mundo que llegaron con una gran ilusión a Madrid para compartir su ideal, y que habían sido convocados una vez más por Don Rafael González Molina. Fue un acontecimiento extraordinario que tuvo resonancia no solamente en España, sino también internacionalmente.
Han pasado muchos años, es verdad, y los Grupos Espíritas que actualmente pueden abrir sus puertas, han de recordar la figura de este gran trabajador, que dedicó su vida, después de su regreso de Brasil, a extender el conocimiento de los Espíritus y sobre todo a la unión de los Centros Espíritas, que son faros de orientación espiritual, y apoyo para la marcha gradual del Espiritismo. No podemos ni debemos olvidar tantos esfuerzos e ilusiones. Su ejemplo debe estar presente en cada uno de nosotros.
Nos recordaba Miguel Vives y Vives que “Algunas veces escuchamos de hermanos: Qué suerte la mía, por haber conocido el Espiritismo. Respondemos: Es realmente una gran ventaja, para bien emplear el tiempo en nuestra actual existencia, más ese conocimiento nos trae también grandes deberes que cumplir. Nosotros los espíritas, no podemos vivir como el común de los mortales”.
Dentro del Movimiento Espírita Español, hemos padecido un “cisma” que se está prolongando en el tiempo. Y además ahora nos encontramos con dificultades para constituir de nuevo la Junta Directiva de la Federación Espírita Española, que motivado por su renuncia hace meses se encuentra sin dirigentes. Han sido varias las veces en los últimos años que hemos padecido esta situación. Y los Grupos federados no han recibido nunca información de los motivos por los cuales las personas renuncian a sus cargos. Recordando que fueron elegidos precisamente por los dirigentes de los Grupos que forman precisamente el conjunto de la Federación Espírita Española. Por lo que debemos ser informados de aquellas cuestiones que alcanzan a los Grupos Espíritas, pues entendemos que no debe existir nada para ocultar.
La convivencia y hermandad de los Centros y Grupos Espíritas que a lo largo de todo el país componen el Movimiento Espírita, es preciso y necesario no demorarlas más y hacer patente que existe un colectivo que lleva trabajando en la sombra durante muchos años para el bien y el progreso espiritual, son nuestros hermanos desencarnados espiritistas. No podemos defraudarlos y si recordar el compromiso que tenemos adquirido en el Mundo Mayor de trabajar en pro de la Doctrina de los Espíritus, olvidándonos de nosotros mismos.
Por ello la idea de ir afrontando entre todos los que sintonizan con este ideal, el revulsivo y resurgir del Espiritismo, pasa por instaurar una nueva Junta Directiva en la F.E.E., órgano indispensable para seguir dándole el carácter que se requiere y que es necesario de cara a futuro.
La necesidad de desbloquear e impulsar armónicamente la situación se impone y debe afrontarse con respeto, con decisión, para el bien del Movimiento. Dándole el carácter que se espera de todos los que tenemos la responsabilidad de llevar adelante la tarea. Pues se nos exigirá explicaciones sobre lo que no hemos realizado y que compite al compromiso adquirido con anterioridad, tal como hemos comentado, al otro lado de la vida.
Una Junta Directiva presidida por un Presidente accesible, apaciguador, tolerante, pero al mismo tiempo enérgico y humilde en su cometido, es una de las llaves que pueden abrir las puertas de la unificación Espírita, que tanto deseamos y necesitamos para la divulgación de la Doctrina.