Desencarnaciones colectivas
Artículo redactado por Juan Miguel Fernández Muñoz
Sabemos que desde la antigüedad la Tierra y sus habitantes han sufrido grandes cataclismos y tragedias destructivas de una manera continua y permanente. Fenómenos geológicos naturales; huracanes, tornados, ciclones, terremotos, maremotos, erupción de volcanes. Así como otros de diversa naturaleza: incendios, conflictos armados, guerras, accidentes colectivos, etc, donde el hombre de la calle, observando cuanto acontece a su alrededor y desconociendo espiritualmente cual es su significado, se ha revelado ante la Justicia Divina preguntando: ¿por qué?
Pero recordemos que la Humanidad ha vertido muchísimas lágrimas con las decisiones ocasionadas con religiosos intolerantes, de gobiernos arbitrarios, de políticos deshonestos y violentos, así como por medio de hábiles negociantes que explotan a las masas, llevándolas a la miseria y al sufrimiento…
Periódicamente la Divinidad reúne a esos agresores de la Conciencia Cósmica de diversos periodos y los invita a la desencarnación en masa, dolorosa, aflictiva, de modo que rescaten los débitos cometidos, sin que sean necesarios otros agentes humanos para hacerlo.
Algunos, que desencadenan las tragedias, por ignorancia, locura o perversidad, se tornan así, sin darse cuenta, en instrumentos de la Ley Soberana, dando continuidad a la irrefutable labor de purificación propuesta por la Justicia Divina.
Significativamente, han ido sucediéndose en los últimos cien años los más variados acontecimientos devastadores.
Por ejemplo en el siglo pasado, el 18 de abril de 1.906 en San Francisco, Estados Unidos, en la “Falla de San Andrés” un terremoto de 7,8 grados en la escala de Ritcher, fue el causante de que perecieran más de 3.000 personas.
El Trasatlántico “Titanic” se hunde durante su travesía desde Southampton (Reino Unido) a Nueva York el 15 de abril de 1.912, muriendo y desapareciendo 1.523 personas de un total de 2.227 pasajeros.
El 1 de septiembre de 1.923, el gran terremoto del “Gran Kanto”, destruyó Tokio y Yokohama.
En el año 1.960, concretamente el 22 de mayo, Chile es víctima de un terremoto con la pérdida de más de 2.000 personas. Repitiéndose la misma situación posteriormente el 27 de febrero del 2.010, con 525 muertes y más de 2.000.000 de damnificados.
A primeras horas de la mañana del 26 de abril de 1.986 explota un reactor de la central nuclear de Chernobil, considerado el desastre nuclear más grave sucedido hasta la fecha. Causó directamente la muerte a 31 personas y forzó al gobierno de la Unión Soviética a la evacuación de 116.000 personas. El impacto del accidente en la salud de la población no se conoce aún, veinticinco años después, con la precisión y fiabilidad que cabría esperar.
A principio de este nuevo siglo, el 11 de septiembre del año 2.001, que destacamos por su significación política, la destrucción y el incendio del “World Trade Center” de Manhattan (Nueva York), conocido como las “Torres Gemelas”, y por ser los edificios más característicos del poderío económico y militar de EE.UU., donde la tragedia causó la muerte de 2.600 personas y más de 1.000 heridos.
El 26 de agosto del 2.008, el avión del vuelo JK-5022 con destino a Gran Canarias, se estrella en el aeropuerto de Madrid-Barajas con la pérdida de 173 pasajeros, quedando 19 supervivientes.
Hace tan solo unos meses en Japón, el 11 de marzo, un terremoto de 8,9 grados de magnitud, y un tsunami con olas de hasta 10 metros de altura causan la muerte de miles y miles de personas, así como graves consecuencias posteriores para la humanidad.
Y el hombre, se vuelve a preguntar: ¿por qué?
Allan Kardec, el Codificador del Espiritismo, también indagó preguntando al “Mundo Mayor” sobre las razones de tales tragedias y los Espíritus Superiores explicaron en el “Libro de los Espíritus”, que las calamidades destructivas son pruebas que dan al hombre la oportunidad de evolucionar y de ejercitar su inteligencia al demostrar paciencia y resignación delante de la voluntad de Dios. Así como para hacer avanzar más rápidamente a la Humanidad.
La destrucción es necesaria para la renovación moral de los Espíritus, que logran en cada existencia un nuevo grado de evolución, dando a cada uno de nosotros los medios de progresar a través del conocimiento del bien y el mal, siendo el hombre quien no lo aprovecha.
El Espiritismo nos muestra que todas las aflicciones tienen una causa justa, originada en la actual existencia o en vidas anteriores. Por eso, los Bienhechores Espirituales no se ponen en estado de rebeldía ante las tragedias. Por el contrario se encuentran serenos y compadecidos delante del sufrimiento.
Ellos nos informan también que dichas ocasiones nos ofrecen al hombre la oportunidad de despertar la conciencia humana hacia la solidaridad y de manifestar sus sentimientos de abnegación, de desinterés y de amor al prójimo.
El Espíritu de Emmanuel, a través de la psicografía de Francisco Cándido Xavier en su obra “El Consolador que prometió Jesús”, nos aclara de la diferencia entre prueba y expiación. Comentando que la prueba es la lucha que muestra al discípulo rebelde y perezoso, la ruta del trabajo y de la edificación espiritual. Mientras que la expiación, en cambio, es la pena impuesta al espíritu que ha cometido un delito.
¿Cómo se opera la prueba colectiva?
En la prueba colectiva se convoca a todos aquellos Espíritus encarnados a que participen de una misma deuda respecto a su pasado delictuoso y oscuro.
Con arreglo a la ley de las compensaciones, el mecanismo de la justicia funciona entonces de manera natural, por medio de los enviados de Cristo, quienes citan a los copartícipes de la deuda de ayer para que procedan a su rescate en común.
De ahí que muchas veces llamamos “casualidad dolorosa” a las circunstancias que reúnen a los seres más dispares en un mismo accidente, el cual ocasiona la muerte de su cuerpo físico o las más diversas mutilaciones del mismo, dentro del marco de sus compromisos individuales.
Encontramos en el libro “Cartas y Crónicas”, el mensaje recibido por el médium Chico Xavier, dictado por el Espíritu Hermano X, seudónimo adoptado por el periodista y escritor brasileño Humberto de Campos, desencarnado en 1.934, en relación con el mayor incendio de la historia ocurrido en el “Gran Circus Norteamericano” en la ciudad de Niterói, Rio de Janeiro, Brasil, el 17 de diciembre de 1.961, cuando cerca de 2.000 personas quedaron accidentadas, falleciendo 323.
La historia que nos relata el Hermano X, nos acerca a una tumultuosa noche de la lejana época del año 177, en Lyon, donde Marco Aurelio reinaba piadosamente y aunque no hubiese redactado ninguna resolución que ocasionara perjuicio mayor para los cristianos, había permitido que en la ciudad se aplicasen -con el máximo rigor- todas las leyes existentes contra ellos.
Por eso la matanza perduraba terriblemente.
Nadie examinaba necesidades o condiciones. Mujeres y niños, ancianos y enfermos, así como hombres sanos y personalidades prestigiosas eran detenidos, torturados y eliminados de un modo sumario por declararse fieles al Nazareno.
Al pasar por el repleto caserón hacia la confluencia del Ródano y el Saona, se multiplicaban prisiones, y en la parte baja de la ladera – más tarde conocida como colina de Fourviére – se había improvisado un gran circo, con altas cercas levantadas alrededor de una enorme arena.
Las personas representativas del mundo lionés eran sacrificadas en sus hogares o brutalmente golpeadas en el campo, haciéndose burla pública de esos desfavorecidos de la fortuna, inclusive de una gran masa de esclavos.
Las fieras parecían ahora entorpecidas, después de masacrar millares de víctimas con sus mandíbulas sangrientas. En razón de eso, se inventaban nuevos tormentos.
Verdugos inconscientes maquinaban extraños suplicios.
Señoras cultas y niñas ingenuas eran deshonradas antes de que les cortasen la cabeza, ancianos indefensos eran azotados hasta la muerte. Los niños eran arrancados de su seno familiar y vendidos a los mercaderes que se encontraban de paso, para que sirviesen como animales domésticos en provincias distantes y nobles señores caían asesinados en sus propias viñas.
Más de 20.000 personas ya habían sido muertas.
En aquella noche, a la que nos hemos referido al principio de esta narración, era anunciada la llegada de Lucio Gallo, oficial superior, que gozaba de las atenciones especiales del Emperador. Por consiguiente, pensaron en las conmemoraciones propias para la ocasión.
Por este motivo, mientras allá se apretujaban gladiadores y juglares, el patricio Alcio Plancus presidía la reunión y programaba los festejos. Era preciso dar la bienvenida a los carros que llegaban de Viena y que el circo les proporcionase algunas escenas fuera de lo común. Se reunirían los mejores hombres, estando presente el cuadro de atletas, el equipo de bailarinas y la lucha entre los toros salvajes.
- ¡Excelente idea! – habló Plancus en voz alta – pero, en consideración al visitante, es imperioso agregar alguna novedad que Roma no conozca…
Un grito horrible surgió de la asamblea:
- ¡Cristianos a las fieras! ¡Cristianos a las fieras!
Cuando paró el griterío, volvió a decir el jefe del consejo:
- ¡Eso no es ninguna novedad! Hay circunstancias desfavorables. Los leones recién llegados de África están perezosos.
Después de las carcajadas generales, Alcio continuó irónicamente:
- Sin embargo, escuché hoy a algunos compañeros, y presentaremos un plan que espero resulte cierto.
En esta noche podríamos reunir aproximadamente mil niños y mujeres cristianas, colocándolos en las cárceles… Y mañana – en el auge de los homenajes – los juntaremos en la arena, mojada de resinas y debidamente cercada de farpas empapadas en aceite, dejando apenas un pasaje estrecho para la liberación de los más fuertes.
Después de que los mostremos festivamente en público, incendiaremos toda el área, poniendo sobre ellos a los caballos viejos que ya no sirvan para nuestros juegos… Realmente, las llamas y las patas de los animales crearán muchas situaciones inéditas…
Y aumentando aún más el tono de voz, dijo:
- Levante la mano quien está dispuesto a cooperar.
Centenas de circunstantes, incluyendo mujeres robustas, alzaron la diestra y luego aplaudieron en delirio.
- Cada uno de nosotros traiga a uno de ellos… Esas plagas están escondidas por todas partes… Cazarlas y exterminarlas es ahora nuestro servicio.
Durante la noche entera, más de mil personas – ávidas de crueldad – escudriñaron residencias humildes y, al día siguiente, en pleno Sol de la tarde, largas filas de mujeres y niños, en gritos y lágrimas, en el final del soberbio espectáculo, encontraron la muerte, quemados en las llamas que se elevaban al soplo del viento o despedazados por los caballos en correría.
Casi dieciocho siglos transcurrieron desde aquel tenebroso acontecimiento… en que antiguos romanos llevaron a jóvenes cristianos a la muerte en la arena…
Entre tanto, la justicia de la Ley, a través de la reencarnación, volvió a aproximar a todos los responsables que – en diversas posiciones de edad física – se reunieron nuevamente para una dolorosa expiación, en la ciudad brasileña de Niterói, en una conmovedora tragedia de un circo.
No pocas veces se encuentran personas no vinculadas de la necesidad de los flagelos destructores, en el momento en que ocurren. Sin embargo son invitadas a graves reflexiones propias salvándose, a fin de que sus existencias se tornen provechosas, modificando la conducta y ampliando el área del servicio iluminativo personal y en beneficio de la Humanidad.
Por esta razón, muchos hombres y mujeres que se encuentran en el seno de los sucesos lamentables se salvan de forma, a veces, inexplicable, como ocurrió en el suceso que citamos a continuación:
Más de 250.000 personas murieron en el mar Índico el 25 de diciembre del año 2.004, por causa de un tsunami, palabra japonesa que significa puerto-bahía y ola. ¿Cuál sería su origen?
El Espíritu de Joanna de Angelis, informó al médium brasileño Divaldo P. Franco que las víctimas de fenómeno devastador al que nos hemos referido, fueron parte de las antiguas legiones bárbaras que destruyeron prácticamente Europa y otros pueblos en el pasado, especialmente Alarico I y sus ejércitos, cuando debido a su talante cruel sometieron a varios países, incluyendo a Tracia y Grecia, habiendo amenazado antes Constantinopla, y cuando conquistando Roma la saquearon y quemaron durante seis días, que se prolongaron por mucho tiempo, en el año 410 (d.C), en que también él desencarnó…
La Humanidad está constituida por Espíritus en estados primarios, pero también por aquellos que alcanzaron ya un estado más elevado de evolución y que constituyen ejemplos que arrastran a las multitudes.
Infelizmente, han ocurrido y ocurre fenómenos sociales lamentables, por culpa de la indiferencia de algunos líderes, sin embargo avanzamos con el progreso rumbo a la felicidad que es improrrogable bajo el comando de Jesús.
Es natural, por tanto, que todos los pueblos se unan y se ayuden recíprocamente, ya que esos fenómenos dolorosos volverán a ocurrir, posiblemente más severos, exigiéndonos cuidados y atención, mientras aguardamos que sucedan y donde vuelvan a ocurrir.
Se reconoce la madurez espiritual de un pueblo por sus sentimientos de fraternidad, de solidaridad humana y no solamente por sus conquistas científicas y tecnológicas, que aunque auxilien mucho, no impiden que ocurran los flagelos destructores de este y de otros aspectos.
El Espiritismo nos enseña que si las faltas cometidas colectivamente se expían solidariamente, los progresos realizados en común son asimismo solidarios.
Desconocemos nuestro pasado, es verdad, pero al ser conscientes de nuestro presente estamos aun a tiempo de construir un futuro espiritual mucho más prometedor.