Biografía de Augusto Vives Vives

7 octubre, 2023 0 Por espiritasmadrid

Artículo redactado por Juan Miguel Fernández Muñoz

Han transcurrido muchos años en los que un valeroso grupo de espiritistas luchaban ideológicamente para divulgar el Espiritismo en nuestra España, frenados siempre por las fuerzas religiosas que se oponían una y otra vez en colaboración con los gobiernos, para que la Doctrina Espírita no tuviese futuro. Ellos fueron instrumentos de divulgación de la ética espírita a través de su comportamiento, de sus hechos, de su vida, no de sus palabras, constituyendo un ejemplo para la sociedad. Entre ellos vamos a resaltar hoy a Augusto Vives y Vives, nacido en Barcelona en el año 1835 en una familia humildemente pobre.

Apenas tendría Augusto dos meses de vida, cuando su madre decide en un momento de desesperación suicidarse. Y con la criatura en brazos se dirige a la orilla del mar de un lugar apartado para encontrarse a solas. Estrecha a su hijo contra su pecho y tras besarlo repetidas veces y envolverlo para protegerlo, lo deposita en el suelo al lado de una roca, para llevar a cabo su decisión de poner fin a su vida. Cuando se acerca al borde del mar, para precipitarse por el acantilado, la criatura, impulsado por la Espiritualidad, comienza a llorar desesperadamente extendiendo sus brazos hacia la madre. En ese preciso instante, oprimido el corazón, ella reacciona y recogiendo al niño, que no dejaba de llorar desesperadamente, alzando los ojos al cielo da las gracias, al tiempo que el lloro de su retoño la hace comprender el error que iba a cometer. Este fue un hecho que marcaría su vida para siempre.

Discurre 1842 y Augusto tiene ya siete años cuando nace su hermano Miguel. En el mes de noviembre se manifiesta el alzamiento de Barcelona, provocado por la crisis del sector algodonero, que fue reprimido con suma dureza por el General Baldomero Espartero, Regente entonces del Reino de España, que bombardea la ciudad de Barcelona, causando multitud de víctimas. Para librarse de este terrible acontecimiento, su familia huye al campo y más tarde se refugian en un pueblo vecino donde permanecen hasta que su madre muere cuando su hermano contaba tan solo dos años de edad. Su padre vuelve a casarse y transcurrido el tiempo, con el ánimo y la necesidad de tener que ayudar al sostenimiento de la familia comienza a trabajar con nueve años. Fue una infancia sumamente desgraciada, pues sufrió los rigores del hambre y la humillación de su madrastra. A los catorce años se incorpora a una de las orquestas más prestigiosas de la ciudad de Sabadell y a los diez y ocho le nombran su director. Profesión que mantuvo durante treinta y cinco años.

Un año más tarde, con diez y nueve años, muere su padre y debe hacerse cargo de sus tres hermanos menores, así como de su madrastra que estaba impedida y enferma. Enfermedad que causó su muerte posteriormente. Obligado por el deber, Augusto no tuvo juventud, ya que fueron años de penalidades y sufrimientos en los que debió luchar firmemente para sostener la familia que dependía de él.

Conoce el Espiritismo con treinta y siete años y comprende mediante su estudio las situaciones de la vida que ha llevado a lo largo del tiempo. Había que tener voluntad de hierro para practicar una Doctrina nueva y extraña, así como ignorada por la gente. Sobre todo en una pequeña ciudad tan despoblada como Sabadell. Fue insultado, escarnecido, apedreado por los niños en la calle y sufriendo las burlas y chistes de su entorno. Hasta tal punto que tuvo infinidad de enfrentamientos con sus superiores para mantener el empleo. Pero ni las amenazas, renuncias, desprecios, ni el rechazo de sus amistades fueron suficientes para apartarle del esclarecimiento y el consuelo que el Espiritismo le había transmitido, comprendiendo el porqué de tanta miseria, el hambre y los sufrimientos soportados en su juventud.

Surge la alarma en su hermano Miguel, que una vez casado vive en Tarrasa, cuando le dicen que Augusto, con el que se amaba entrañablemente, se había vuelto loco, y le visita en Sabadell para saber la realidad de su estado. Este le expresa haber descubierto una Doctrina que le ha traído luz a su vida. Años más tarde, en 1871, visitando Augusto a su hermano Miguel en Tarrasa, con la intención de ayudarle en unos momentos de profunda depresión, le orienta y le habla de aquello que había despertado su quietud y le regala las obras de Allan Kardec que tanto significó posteriormente para él.

Fueron muchos los momentos amargos de su vida, sobre todo al ver morir a sus cinco primeros hijos, por los que sentía un profundo amor, a los que tuvo que cerrar sus ojos uno tras otro, en el momento en que desaparecían de la tierra, quedándole solamente una hija. Sin embargo, su confianza en Dios por su justicia, era tan profunda que nunca se le vio afectado ni afligido. Al revés siempre estaba socorriendo al necesitado y cuidando de los enfermos. El decía que ellos eran sus seres más queridos del alma.

En su última etapa, durante veintisiete años, ejerció la homeopatía, que le permitió atender a multitud de necesitados, a los que nunca puso precio a sus servicios. ¡Cuántos pobres enfermos hubiesen muerto sin la atención de Augusto! ¡Cuántos le debían su salud física y espiritual al esfuerzo que sin descanso dedicaba a ayudar a los que le reclamaban!

Habla Armengol Farrás, Tesorero del “Centro Espírita de Sabadell”, ligado al republicanismo, del que Augusto fue pionero hasta 1872, en su carta al Director de “Luz Unión”, de uno de los muchos casos que atendió Augusto, lo siguiente: “Por circunstancias, una muchacha de veinticinco años fue puesta a su cuidado. Esta era atacada de histerismo, careciendo de salud y de recursos, pues su madre trabajaba de sirvienta para mantener a las dos. Su enfermedad con el tiempo se fue complicando de tal manera, que aparte de la medicación, debía ser tratada cuatro o cinco veces al día transmitiéndola pases magnéticos, que exigían un trabajo cada vez de treinta a cuarenta y cinco minutos, para evitar que desembocase la enfermedad en una prolongada catalepsia, con el consiguiente riesgo de no poder hacerla volver en sí. Augusto con paciencia, dedicó ocho años de su vida con total cariño como si fuese su hija, cuidando también de que no les faltase, junto a su madre, los alimentos necesarios para subsistir. Al cabo de este tiempo mejoró notablemente y se incorporó al Centro Espírita como médium por espacio de cinco años, desencarnando posteriormente.”

Su inolvidable proceder le conducía, en el día a día, a donde podía ser útil. El fue conquistando por su amor a propios y extraños, creyentes e incrédulos, espiritistas y católicos. Por todos ellos se desvelaba sin importarle su sacrificio y dedicación.

Eran las seis de la tarde del 26 de febrero de 1912, cuando Augusto tranquilo y sereno, después de dedicar sus últimas palabras para recomendar a sus enfermos, cerró sus ojos, regresando a la Patria Espiritual, donde sería acogido por seres agradecidos de su infinita bondad. Al día siguiente sus restos serían inhumados en el cementerio civil de Sabadell. A pesar de ser un día laborable fue rodeado por más de trescientas personas que deseaban rendir homenaje y despedir, con el más profundo respeto, a aquel hombre que fue considerado como “modelo de virtud o la caridad en constante acción”. El féretro fue inundado de coronas, flores, y cintas con dedicatorias de agradecimiento de diferentes ámbitos, ya que fue una de las personas más reconocidas de la ciudad de Sabadell.

Fueron muchas las Sociedades, revistas y periódicos representados en este acontecimiento. Enrique Viver en nombre del “Centro de Estudios Psicológicos de Sabadell”, subrayó que “si los espíritas queremos honrar debidamente la memoria de aquella noble figura, debemos esforzarnos en seguir su ejemplo seguros de que así cumpliremos como buenos espíritas”. Ante su cadáver leyeron Eloísa Salvá un trabajo de Modesto Casanovas, Dolores Zea, otro de Francisco Pagés y los versos “Flores del Alma” de Matilde Navarro Alonso.

Fue Presidente del Centro Espírita “La Aurora” de Sabadell. Y como vocal, Augusto Vives participó en la Organización del “I Congreso Espírita Internacional” celebrado en Barcelona los días del 8 al 13 de septiembre de 1888. En 1900 envió al “Congreso Espiritista y Espiritualista Internacional de París” junto con otros compañeros, las memorias que hablaban de la Evolución, Reencarnación y sobre la existencia de Dios, que fueron debatidas con sumo interés por las personalidades presentes. Perteneció también como vocal del órgano oficial al “Boletín de la Federación Espiritista Catalana”. Con su iniciativa y su discurso, el día 1º de mayo de 1909, ante el cadáver y el entierro de Amalia Domingo Soler, que había fallecido el 29 de abril, donde estuvo presente, se llevó a cabo la decisión de realizar el retrato de 25 x 33 cm. que todos los espíritas conocemos de A.D.S.

Augusto Vives y Vives fue de los que no dejan imitadores. Nuestra gratitud y reconocimiento por su trabajo y lealtad al Espiritismo.