«Caridad para con nuestros mayores» por Pilar Arellano
En estas palabras se define todo, pero mencionaremos
otras maneras de expresión para
mejorar su comprensión.
Caridad es amar en su más sublime expresión,
es un desafío alcanzable, el ser humano
tendrá que luchar en todas sus existencias hasta
conseguirlo, porque fuera de la caridad no hay
salvación.
El amor es caridad y ella nos llevará a sentir
de una manera especial a Dios, y cuando comencemos
a sentirlo, nuestro siguiente paso
será encontrarlo dentro de nosotros y comenzará
a formar parte de nuestras vidas para siempre,
difícil tarea llena de realismo.
¿Cómo podemos sentir a Dios si no es a
través de los demás? Sintiendo el bien que les
hagamos, siendo humildes con ellos, comprendiendo
sus torpezas y defectos, haciendo un
esfuerzo para ponernos en su lugar, no ser demasiado
severos con sus limitaciones, con sus
inclinaciones desordenadas, respetar sus opiniones
aun no coincidiendo con las nuestras. De
esa manera iremos corrigiendo nuestras imperfecciones
junto a ellos.
La caridad es amor en acción. Qué mejor que
realizarla con nuestros mayores, esos seres que
nos aman, que lucharon por nosotros y que nos
dieron la vida corporal. Pasado el tiempo aún
siguen cayendo lagrimas por los surcos de sus
arrugas que componen sus mejillas, pensando
en nosotros, (hijos y nietos).
Los mayores que no tienen hijos sienten lo
mismo por otras personas consanguíneas o seres
cercanos a ellos con los que han convivido
una gran parte de su vida.
Cuando los hemos necesitado ellos siempre
han estado a nuestro lado, vigilando nuestros
sueños, compartiendo ilusiones, al igual que
siempre estaban alerta ante nuestros desafíos o
tropiezos.
Hermanos queridos, no abandonéis a vuestros
mayores, acogedlos en vuestros hogares,
ponerles un plato de amor en la mesa, junto a
un vaso lleno de cariño, una servilleta para limpiar
su decadencia física, y mirarlos con una
sonrisa en los labios. Si al coger la cuchara sus
manos temblorosas por el Parkinson derraman
lo que en ellas deposita, recógelo sin reproche
alguno, seguro que agradecerán vuestro gesto
solidario.
Cuando les deis de comer acordaros que sus
dientes ya no tienen fuerza, o carecen de ellos,
como cuando tus encías estaban despobladas y
ellos te alimentaban. Seguro que su caminar
será torpe y lento ¿Cómo era el vuestro cuando
comenzabais a caminar? ¿Cuántas veces te caías
y ella te acurrucaba en su pecho?
Sus órganos se debilitan, ya no funcionan
igual. Si la enfermedad les aprisiona, alentar su
quejar, si su oído no oye, comprender su pesar;
que la memoria les falla, no hay nada que reprochar.
Si tenéis la suerte de tenerlos, aprovecharlo
y amar.
En muchas ocasiones sienten su corazón afligido
por la soledad, por la falta de contacto con
los familiares y demás.
Si no puedes atenderlos y a la residencia van,
no los abandonéis nunca, una llamada, una visita,
un beso con cariño siempre lo agradecerán,
seguro que su corazón se oprime, recordando a
su pesar, que un día fueron jóvenes y fuertes,
echando la vista atrás.
Hermanas y hermanos, no es capricho del
destino que vuestra profesión o trabajo os haya
llevado a cuidar de los ancianos. Hacerlo con
un compromiso solidario es una misión o prueba
maravillosa a realizar, tender vuestra mano
hacia ellos con humanidad profunda, ¿quién te
dice que a ese a quien tú hoy limpias sus babas,
no fue en otra existencia el amor de tu vida?
Llegar a ser mayores es una prueba, en muchos
casos bastante dura, sobre todo si va unida
a la enfermedad. No olvidemos nunca que si
ahora somos jóvenes y con una gran actividad,
el paso de los años lo puede mermar, hasta que
el padre nos llame, lo tendremos que sobrellevar.
Las experiencias hermanos nos ayudan a remar
para llegar a la orilla donde Jesús siempre
está, esperando la llegada de sus hermanos de
atrás.
Pilar Arellano
1 – El libro de los Espíritus. Libro Tercero. Capitulo XI
“Caridad y amor al prójimo” – ítem 886
Es muy bello y cierto.