La Felicidad
La felicidad legítima no es mercadería que se presta.
Es realización íntima. André Luiz (Espíritu).
La felicidad en su concepto espírita no siempre coincide con la idea que de ella tienen generalmente las personas.
Hay sujetos que viven y se preocupan expresamente por ser felices tratando siempre de conseguir el máximo bienestar y caen más tarde en la desdicha provocada por el desánimo.
Existen seres que luchan por destacarse profesionalmente, considerando que ésta sería una manera de sentirse dichosos, pero cuando consiguen lo que anhelaban se confiesan desafortunados al experimentar que son incapaces para desempeñar la tarea que se les encomendó.
A las mesas abundantes acuden aquellos felices que adquieren enfermedades por los excesos gastronómicos a los que se aficionaron, al tiempo que hay desdichados que padecen por la carencia de lo más primordial para la subsistencia, pero sacan provecho de las lecciones que la vida puso en sus caminos y conquistan así los tesoros de los valores perdurables, los únicos que nos podremos llevar al otro lado de la vida física cuando ésta se apague.
Nos encontramos también con los felices de la salud que, abusando de su fortaleza corporal, son sorprendidos por una desencarnación prematura. Así como hallamos a los desdichados por la enfermedad que, por los cuidados que prestan a sus cuerpos, alcanzan a vivir una larga existencia.
En todos los lugares observamos contrastes que nos aleccionan. Circunstancias felices transmiten muchas veces grandes tormentos en el futuro por no haber sabido utilizar con criterio los momentos favorables que nos fueron concedidos.
Aquí y allá surgen, innumerables veces, los felices-desdichados que se arrojan en los despropósitos y los desdichados-felices que se elevan con las dificultades de las pruebas a las que son sometidos.
Apliquemos el entendimiento espírita a los acontecimientos y verificaremos que los felices y los desdichados no están calificados así por el bienestar o la escasez que los rodea exteriormente. Son y serán siempre aquellos que, en cualquier situación, construyen la felicidad o la desdicha de los demás, puesto que las leyes de la vida, según la enseñanza de la Filosofía Espírita, determinan que el hombre sea puesto a prueba por el hombre y señalan, además, que la felicidad o la desdicha provocadas por alguien en los caminos ajenos, ellas vuelven, rigurosamente, hacia quien las ocasionó.
Juan Miguel Fernández Muñoz