¡Comencemos…ya!
Es frecuente que entre los espiritistas comentemos el problema de
comunicación que existe cuando nos relacionamos con otras personas a
las que nos unimos, con la intención de transmitirles el conocimiento de
la doctrina espirita.
El rechazo que sufrimos, o la falta de interés es latente y a veces no
comprendemos el porque no somos escuchados con atención. Aún que en
alguna que otra oportunidad lleguemos a conseguir el propósito.
Analizando detenidamente este marcado inconveniente, quizás podamos
llegar a descifrar este enigma, al que en repetidas ocasiones nos
enfrentamos y que en ocasiones llega a atenazarnos la mente.
Interpretando la oración por pasiva, es decir, situándonos en el mismo
lugar que nuestros interlocutores, podríamos apreciar que tal vez cuando
nos dirigimos a ellos, no damos a nuestras palabras la sensación de
fiabilidad que estas necesitan a través del ejemplo, pues al ser
observados pueden pensar “¿Como esta persona puede hablarme de amor,
caridad, comprensión y tolerancia, si él en su comportamiento carece de
todo ello?”.
Es por ello, que sugerimos hacer una autocrítica, ahora que todavía
estamos a tiempo, para verificar si no somos parte interesada de esta
situación de la que nos quejamos, y así tendríamos una clara
demostración del accioma “causa-efecto”.
Estamos convencidos que los seminarios, coloquios, cursos, conferencias y
sesiones del trabajo a las que hemos asistido a lo largo de los años,
respaldadas todas por los libros leídos y estudiados nos han
esclarecido, dándonos un saber muy amplio de todo aquello que el Mundo
Mayor continuamente nos recomienda para nuestro mejoramiento espiritual.
Efectivamente, una inmensa mayoría de los que frecuentamos una casa
espirita y “conocemos” El Espiritismo, dominamos perfectamente la teoría
pero vamos demorando la aplicación de la practica, esa asignatura
pendiente, al igual que los que tienen la intención de someterse a una
dieta de adelgazamiento y siempre sistemáticamente la aplazan “para el
próximo mes…”; mes que nunca llega. Eso si, la intención es francamente
buena. Al sentirnos fascinados deseamos adaptar la teoría adquirida, que
a todos nos parece maravillosa y necesaria para nuestra evolución, pero
es tan duro y sacrificado dejar las costumbres cotidianas para
mejorarnos íntimamente que nuestro propio egoísmo nos exige aplazarlo
también “para el próximo mes, o para la próxima encarnación”.
Por eso nos preguntamos ¿Con que base nos quejamos? Si los que tenemos
la oportunidad de enriquecernos espiritualmente, no nos decidimos a
transformar nuestras vidas para mejorarnos interiormente y nos
perjudicamos al retrasarnos a la incorporación practica de la Doctrina.
Aún que sepamos que en el momento en que nos decidamos tendremos el
camino abierto y nuestro correcto comportamiento, al ser examinados por
los demás, nos abrirán muchas puertas. Los Hermanos Espirituales, si
somos merecedores, nos señalaran el sendero y nos acompañaran por el
trayecto ayudándonos en los momentos difíciles, apartando con nosotros,
las piedras que iremos encontrando para que no sean tan pesadas; por el
empeño, recordemos, es personal e intransferible.
Que la senda a seguir sea la acertada dependerá exclusivamente de
nuestro libre albedrío, pero para ello debemos esforzarnos y trabajar.
Trabajar pensando en los demás, como nos han enseñado, ya que
repercutirá fundamentalmente en nosotros mismos, al ser los primeros en
iluminarnos. La luz que desde dentro irradiará, hará resplandecer el
entorno facilitándonos el caminar que debe ser ascendente.
Por lo tanto si deseamos que las demás personas nos escuchen y presten
atención, no dejemos hermanos “para el próximo mes” en poner en practica
las enseñanzas de la Doctrina de los Espíritus.
¡Comencemos…ya!
Juan Miguel Fernández Muñoz.