La Piedra Milagrosa

9 agosto, 2019 0 Por espiritasmadrid

Hace ya algunos años nos contaron la historia de una etapa de la vida de dos hermanos canarios de Santa Cruz de Tenerife.

Ambos, Agustín y Pablo eran propietarios individualmente de sendos comercios dedicados a la venta de telas, sabanas, toallas, encajes, bordados, manteles, etc., separados entre sí por algunas manzanas de casas de esta ciudad.

Cierto día que coincidieron en una celebración familiar, los hermanos se sinceraron y mientras el menor Pablo le argumentaba a su hermano la difícil situación económica por la que atravesaba, debido a la poca actividad de su negocio, Agustín le transmitía que el suyo funcionaba de acuerdo con los tiempos. No eran momentos para “tirar cohetes”, la verdad, pero se cubrían los gastos generales y además todos los meses se finalizaba ganando algún dinero.

“¿Y tú como lo consigues?”, preguntó Pablo.

Agustín respondió, “yo tengo un amuleto. Una piedra que me ayuda en mi trabajo”.

El hermano quedó muy sorprendido y solicitó: ¿ Y tú me puedes proporcionar una piedra de esas que hablas?

“Naturalmente, como no”, contestó Agustín.

Quedaron en hablarse más adelante.

Pasados unos días, Agustín llamó telefónicamente a su hermano menor para citarse con él y entregarle la piedra que le había solicitado.

“Pablo te entrego la piedra que me pediste, pero ésta tiene unas características especiales. Verás, debes colocarla en la tienda cerca de la caja registradora, y cada diez o quince minutos debes acariciarla. Ya sé que es una obligación molesta pero solamente funciona de esta manera. ¡Lógicamente algún inconveniente debía tener!”.

Transcurrió el tiempo y en otro nuevo encuentro familiar, Pablo corrió hacia su hermano abrazándole mientras le agradecía el gran favor dispensado, porque gracias a la milagrosa piedra que le había facilitado, el negocio estaba transformado y ahora era hasta próspero.

Agustín escuchó sus comentarios, le miró con amor y le dijo: “Querido Pablo, debo explicarte; antes te ausentabas frecuentemente del negocio visitando el bar y a los amigos varias veces al día, mientras tus empleados no prestaban atención al trabajo y dedicaban su tiempo a charlar entre ellos, sin atender debidamente a los clientes que entraban a comprar y cuando había que bajar de la estantería alguna tela que se encontraba un poco alta , ésta se había agotado, sin contar las frecuentes distracciones de la caja. Ahora como tú has de acariciar muy seguidamente la piedra, estás presente prácticamente casi todo el día. Ya no te ausentas de la tienda y tus empleados tienen que estar atentos a los clientes puesto que tú estás presente y naturalmente al estar cercano a la caja, ya no se distrae ningún euro de ella. Los amuletos y las magias carecen de importancia, solamente a través de nuestro esfuerzo y trabajo encontramos la compensación de nuestro buen hacer”.

El hermano que había escuchado la explicación, agachó la cabeza mientras Agustín advertía con tristeza como las lágrimas se escapaban lentamente de sus ojos, como tributo a sus errores.

El código moral de “El Evangelio de Jesús” dice: “A cada uno le será dado según sus obras”.

Todos nos hallamos ligados indisolublemente a nuestras propias obras y debemos aprender de nuestras experiencias. El presente y futuro se encuentran condicionados por nuestra acciones.

Los Espíritus nos transmiten que “nuestros actos tejen alas de liberación o cadenas de cautiverio, para nuestra victoria o nuestra derrota.

No achaquemos la situación que vivimos a “la suerte” ni tampoco al repetitivo “karma” como a veces acostumbramos a implicar. Los que hemos tenido la necesidad o el “merecimiento” de despertar. Aquellos que por las causas que desconocemos ahora somos conocedores de la parte teórica que los Espíritus nos ofrecen, no debemos demorar más la puesta en marcha de la práctica. Sabemos que el espíritu es perezoso por naturaleza y mucho más aquellos que estamos encarnados en este maravilloso planeta llamado Tierra, pero de nada nos servirá tener buenas intuiciones, estar trabajando y colaborando con los buenos espíritus, si no arrancamos de una vez para alcanzar este peldaño que solo nosotros podemos generar.

Juan Miguel Fernández Muñoz