De cara al tercer milenio
Desde hace mucho tiempo se hacen oír voces que anuncian a la humanidad la expectativa de mejores condiciones de vida para el hombre, en ese futuro inmediato que se inicia con el “Tercer Milenio”.
Se vislumbran ya los primeros indicios que pronostican el despertar de la Era del Espíritu. Existen señales en la actividad humana que nos indican que marchamos hacia una idea global, hermanándonos por el mismo amor, identificados por las mismas metas, trabajando y sirviendo conforme al grado de evolución alcanzado, bajo la mirada atenta de Jesús, el Maestro amado.
Él nos enseñó con el ejemplo y con la palabra, el verdadero camino. Imitarlo en el ejercicio del amor y en la práctica del bien, es lo que hará mejorar todos juntos, este Planeta.
Sabemos que la estrechez de nuestra mente, condicionada naturalmente a los sentidos físicos, nos hace visualizar y limitar el comienzo, presente y fin de las cosas.
En las esferas espirituales, la dimensión del tiempo adquiere nuevas acciones y efectos.
Estando el Espíritu fuera de las limitaciones de la materia espesa, menos condicionado por encontrarse liberado del cuerpo físico, los desencarnados que alcanzaron cierto grado de evolución pueden precisar con exactitud circunstancias del pasado o hechos futuros, sobre todo con finalidades esclarecedoras y de ayuda.
Para los Espíritus purificados, desvinculados ya de las sensaciones del cuerpo, ¿qué representa, por ejemplo, el periodo de uno o más siglos frente a la Eternidad? Lo mismo no se puede decir de los espíritus que sufren, para los cuales, el transcurso del tiempo parece que se dilata intensificándose en ellos el suplicio.
Los Espíritus Superiores informan que podemos prever en un futuro no muy distante, con un margen razonable de seguridad, que las facultades de telepatía, videncia, audiencia, psicofonía, psicografía, la curativa, y todos los demás fenómenos mediúmnicos, ya en fase de estudio por la ciencia parapsicológica del hombre, serán de uso extendido entre los seres humanos que se elevaron en la superficie de la moral y el conocimiento.
Habrá un tiempo, indudablemente, que no está muy próximo, pero que así mismo no se encuentra lejano, en el que el desconocimiento se eclipsará de la faz de la Tierra. Cuando la Tierra modifique su psico-esfera, que es el resultado de las construcciones mentales del hombre, la ignorancia se apartará de nuestro planeta y la angustia que nos agobia, derivada precisamente de estos fluidos que nuestra mente emana, también desaparecerá.
El ser humano alcanzará inexorablemente la creencia en la existencia de Dios y sus Leyes Divinas, y comprenderá las calidades de los valores éticos, disfrutará mejor de las alegrías adquiridas en el ejercicio del amor, principalmente aquellas que aumente en la privilegio de servir. Las neurosis y las llamadas angustias serán sustituidas por las edificaciones mentales de progreso y felicidad. El mal, símbolo de las fuerzas inferiores que actualmente se encuentran instaladas en la Tierra, dejarán de existir para siempre.
Es conveniente destacar que el futuro depende, y dependerá siempre, de nuestro proceder de hoy, pudiendo, por tanto, ser reformado por medio de acciones ennoblecedoras.
Podremos asegurar, también, que muchos millares de Espíritus terrestres, inmersos en el mal y en la soberbia, por su propia culpa y necesidad expiatoria, serán enviados a planetas en estado evolutivo semejante a la Tierra. Aunque no sea posible situar tal acontecimiento en términos de distancia en años, se afirma que eso ocurrirá al límite del ciclo evolutivo cuyo final estamos viviendo.
En reiteradas afirmaciones los Benefactores Espirituales han advertido de que “ los tiempos han llegado…”.
Por lo tanto esperemos con esperanza y fe su venida que será el de las conquistas interiores. El hombre acabará comprendiendo su verdadera naturaleza espiritual. Pero recordemos que el Tercer Milenio tendrá mil años para su transformación y progreso.
Juan Miguel Fernández Muñoz