¿Por Qué No Escuchamos?
Hace unas semanas recibí en mi teléfono móvil una llamada, la de una persona que me habían presentado hacía unas semanas en el último encuentro con Divaldo Pereira Franco, celebrado en Madrid.
Tras saludarnos mutuamente el señor me comento:…“Como yo se que usted se dedica a estas actividades, quisiera ponerme en contacto con mi abuela”.
Tras escuchar el deseo de mi interlocutor llegó por nuestra parte la
explicación tantas veces repetida, de que los espíritus no se encuentran
a nuestra disposición, que desconocemos su actual situación y que la
espiritualidad les puede conceder permiso o no para manifestarse, etc.
Comentándole al mismo tiempo que él se había puesto en contacto conmigo
porque había “marcado” mi número de teléfono y yo había podido recibir
su llamada. Somos eso, “un teléfono” en reposo pendiente de que alguien
nos llame cuando lo consideren oportuno y necesario.
Al terminar de exponer doctrinariamente los inconvenientes, volví a
escuchar a dicho señor, que había permanecido en silencio durante todo
este tiempo con otra pregunta, “¿usted me puede indicar una persona que me ponga en comunicación con mi abuela?”.
Ya difícilmente nos sorprendemos por esta serie de situaciones que se
nos crea, pero sí nos llama poderosamente la atención que no se preste
interés cuando procuramos explicar desde el punto de vista natural las
relaciones que existen entre el mundo físico y el espiritual.
Ya sabemos que cada uno tenemos una idea determinada sobre ciertas cosas, es verdad, pero en un tema tan delicado como es la comunicación de los espíritus con nosotros los hombres hay quien se deja llevar más por su deseo y sus sentimientos, que por lo que debe considerar como “algo” fundamental: el razonamiento.
Por ello siempre procuramos orientar a las personas que nos consultan, sobre la necesidad del estudio de la Doctrina Espírita, para que comprendan de una manera sencilla que “aquellas cosas” que podemos ver en la televisión, escuchar en ciertas emisoras de radio o leer en la prensa escrita, se escapa de la realidad. Es todo mucho más complejo, como para darle validez a esta propaganda vacía pero llena de insensateces.
Juan Miguel Fernández Muñoz