Pérdida de seres queridos
“…pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón y nadie os quitará vuestro gozo”. (Juan 16-22)
El ser humano a lo largo de su trayectoria atraviesa momentos y etapas en su vida que son significativamente penosos.
Pero una de los que más le marcan es indudablemente la pérdida de sus seres queridos, cuando uno tras otro van desapareciendo arrebatados por la muerte. Aquellos que compartiron sus alegrías, ilusiones y proyectos, así como las penas y tristezas en su caminar.
Es entonces cuando comienza en nuestro entorno la soledad llena de angustias e incertidumbres.
Estas separaciones, aunque momentáneas, descubren la insignificancia de las preocupaciones materiales, y nos invitan a prepararnos spara emprender el gran viaje hacia la vida verdadera.
En esas horas desoladas, cuando vemos que los ojos que nos contemplaron con amor se cierran para siempre, la Doctrina Espírita a través de su triple aspecto; científico, filosófico y moral nos presta un gran socorro, dándonos consuelo para esta desesperanza que nos embarga el corazón.
No nos va a “reponer” a los seres amados que partieron antes que nosotros, pero demuestra con hechos y pruebas irrebatibles que aquellos que creemos irreparablemente perdidos están a nuestro lado, encontrando un gran alivio al saber que permanecen “vivos”, que están presentes no sólo en nuestra imaginación, que sólo se destruyó su materia, tranformándose, conservando su eterno Espíritu con el que nos reuniremos un día al volver al Mundo Mayor, de donde procedemos todos.
Que su pensamiento nos envuelve, su amor nos protege, pudiendo incluso, algunas veces, comunicarnos con ellos y recibir sus consejos, invitándonos a apartar de nosotros esa vana tristeza, esos pesares estériles que les repercuten y los hacen infelices.
Pero debemos tener presente que, a veces, debido al desajuste evolutivo no nos será posible “contactar” con ellos al otro lado de la vida, en el Mundo Invisible para nuestros ojos físicos cuando Dios nos llame.
Es por ello que nos insisten y suplican que trabajemos con valor y perseverancia en nuestro mejoramiento; para que así volvamos a encontrarnos y nos reunamos en la vida espiritual.
Quizá también el encuentro de ambas vidas, aquí en la Tierra, sólo haya sido el compromiso de saldar deudas del pasado entre unos y otros. Es por ello que los que sientan la necesidad de conocer y profundizar en la naturaleza y el origen y destino de su Espíritu, encontrarán en el Espiritismo las claves del conocimiento que les permitirá ser más libres y consecuentes con sus vidas.
Mientras tanto, recordemos que nuestros seres queridos vivirán eternamente junto a nosotros, encontrándonos encarnados, es decir con el cuerpo físico, o no. Y para ello la fuerza y la voluntad de la mente, aquella que plasma nuestro pensamiento es un elemento vital para alcanzar esta meta.
Juan Miguel Fernández Muñoz