El pensamiento
Artículo redactado por Juan Miguel Fernández Muñoz
Mucho antes de la valiosa contribución de los psiquiatras y psicólogos humanistas y transpersonales, tales como Elisabeth Kübler-Ross, Stanislav Grof, Raymond Moody, Abraham Maslow, Víktor Frankl, y otros, que colocaron el alma como base de los fenómenos humanos, la psicología espírita demostró que, sin una visión espiritual la existencia física, la propia vida, permanecería sin sentido o significado.
En psicología, el reduccionismo, que es el proceso químico caracterizado por la aceptación de electrones por parte de una molécula, átomo o ion, convierte al ser humano en un montículo de células bajo el control del sistema nervioso, sacrificado por los factores de la hereditariedad y por los caprichos anormales del azar.
La salud y la enfermedad, la felicidad y la desdicha, la genialidad y las patologías mentales, limitadoras y crueles, no pasan de ser según la psicología, acontecimientos estúpidos de la eventualidad genética.
Considerándolo así, el ser humano comenzaría en la concepción y se anularía con la muerte, un período muy breve para el trabajo en que la Naturaleza invirtió más de dos billones de años, aglutinando y perfeccionando moléculas, que se transformaron en un código biológico fatalista.
Por otro lado, la ingeniería genética actual, aliada a la biología molecular, comienza a detectar la energía como un factor causal para la construcción del individuo, que pasa de ser heredero de sí mismo en los avanzados procesos de las experiencias de la evolución.
De ese modo los conceptos materialistas, aferrados al mecanismo fatalista, ceden su lugar a una concepción espiritualista para la criatura humana, el ser pensante, y la liberan de las pasiones animales y de los atavismos que aun predominan en sí.
El atributo, por excelencia, que diferencia al ser humano del animal en la escala zoológica inferior, es el pensamiento.
Desde el punto de vista filosófico, el pensamiento es la facultad psíquica que abarca los fenómenos cognitivos, es decir los conocidos, difiriendo del sentimiento y de la voluntad.
Mediante el pensamiento es posible la captación lógica de las cosas, del ambiente, del raciocinio, del saber.
Responsable por la capacidad de percibir la belleza, identificar los sentimientos y elaborar programas de dirección, el pensamiento, constituye uno de los más admirables tesoros con que la Vida honra al ser antropológico en su interminable proceso de evolución.
En la Tierra, solamente el ser humano es poseedor de esa extraordinaria singularidad que le permite identificarse en el ambiente en el que se sitúa, comprender la magnitud del Universo y descubrir los mecanismos que lo pueden auxiliar a crecer, así como las formas de resolver los desafíos a los que se enfrenta en cada momento.
La experiencia a la que fue sometido el ser humano, en el amplio curso de la evolución, hicieron que brotase de los pliegues más íntimos y profundos del Yo Superior, los intrincados recursos que le permiten decodificar los símbolos e imágenes que surgen, comparándolos con el mundo exterior, y proporcionándole los instrumentos apropiados para valorar los enigmas que se le presentan, abriendo espacios para la lógica, el entendimiento de la ciencia, del arte, de la religión, para la comprensión y realización existencial de la vida.
El pensamiento es un archipiélago de recursos inagotables que el espíritu posee y que los complejos mecanismos neuronales transforman en ideas a través de la sinapsis, es decir de la relación funcional del contacto de dos neuronas entre las terminaciones de las células nerviosas, que les permiten la interconexión.
Jamás máquina alguna fue capaz de pensar, no pudiendo elaborar cualquier idea más allá de sus componentes constitutivos, y aun los más avanzados computadores que piensan, como aquellos de que se valen los ajedrecistas, solamente resuelven cuestiones que fueron programadas, obedeciendo y repitiendo siempre los mismos procesamientos de datos.
En cuanto al ser humano, rico de posibilidades, elabora nuevos y continuos retos, vivencias y experiencias incomparables que altera la estructura del mundo a cada momento.
El pensamiento es el delicado instrumento del Yo Superior para exteriorizar los acontecimientos internos de la existencia, facilitando así la comunicación racional e inteligente con el mundo, las personas y las cosas.
Poseedor de inimaginables procedimientos, el pensamiento es el conductor de ideas que dan sentido a la vida; no obstante, cuando está mal dirigido incurre en vicios mentales, perturbadores, que llevan al individuo a conflictos y desórdenes emocionalmente graves.
Disciplinado por la voluntad, el pensamiento conduce los sentimientos a los niveles más hermosos de la inteligencia, la cual se enriquece de requisitos capaces de hacer felices y transformar armónicamente a las criaturas humanas.
Vemos que el pensamiento es una energía que puede conducir a la sublimación o a la desesperación conforme a los contenidos psíquicos de que se envuelva. Es por ello que debemos reforzar nuestro íntimo a través de la sintonía elevada y confiar siempre en la compañía de aquellos que nos acompañan para intuirnos hacia el camino del bien, que es nuestro futuro, a pesar de las trabas que podamos forjar con nuestro comportamiento.