Convivir es ceder
Artículo redactado por Juan Miguel Fernández Muñoz
Aquellos que por nuestra naturaleza somos observadores, apreciamos en las diversas situaciones que atraviesan nuestra vida, múltiples ocasiones que nos invitan a la reflexión.
Hace días advertíamos, al viajar en un medio de transporte de nuestra ciudad, cómo al llegar al punto de destino las personas se agrupaban en la puerta de salida para descender del vagón del metro. En el andén de la estación los individuos que esperaban y que se preparaban a su vez para penetrar en el vagón, lo impedían de tal manera que no era posible hacerse camino, si no era a base de empujones para poder salir.
Este incidente, que es considerado como habitual, se repite continuamente dando lugar a roces, enfrentamientos y malos modos de los viajeros que se desplazan en los transportes públicos de las grandes ciudades.
Las personas que viven de espaldas a la convivencia desconocen que pertenecen a un conjunto armónico donde, apoyándonos los unos en los otros, todos somos necesarios para nuestra propia evolución, y marchan ignorantes por la vida absortos en sus pensamientos sin considerar los derechos de los demás.
Fue Gandhi quien señaló: “OJO POR OJO Y EL MUNDO QUEDARÁ CIEGO”
La tolerancia y la paciencia son virtudes que el ser humano debe cultivar porque fortalecen la humildad, al tiempo que nos hacen comprender la necesidad del mejoramiento íntimo.
No se trata de ceder a las exigencias caprichosas que nos deparan, pero sí de analizar a dónde nos conduce nuestra obstinación y que caminos se nos abren con nuestra flexibilidad.
Actuando así, nuestro carácter se dulcificará al asimilar el Espíritu con más facilidad las buenas acciones. Mientras que aquellas otras que nuestra conciencia recoge, servirán para perturbarnos debido a los errores cometidos y a la terquedad de nuestras malas decisiones.
Difícil es convivir, esa es la gran prueba que debemos superar entre unos y otros. Mientras no despertemos a la fraternidad y pensemos egoístamente en nosotros, permaneceremos anclados sin progreso espiritual.
Cedamos para recibir y así podremos abrir caminos a la tolerancia y al amor, sin ninguna necesidad de ser infelices.
Siempre hay tiempo para restaurar y corregir, comenzar y recomenzar. No se detenga, actúe, mejore, bendiga la vida y ella le hará feliz.